El recinto urbano del Madrid del Siglo de Oro contaba con cerca de 40 plazas, 24 con nombre, y unas 350 calles, de las que solo 300 tenían denominación.
En conjunto, el plano de Madrid de aquellas fechas, muestra una estructura urbana confusa y mediocre, en la que aparecen escasos espacios verdes.
Las órdenes religiosas, con más de 75 edificios, poseían un tercio de la superficie urbanizada, ocupando importantes solares a lo largo de los caminos principales y en el centro de la ciudad.
Las zonas comerciales y artesanales se situaban en las plazas y en las calles adyacentes, especializándose, cada una de ellas, en determinadas mercancías y actividades que daban nombre a la calle: Cuchilleros, Latoneros, Bordadores, Curtidores, etc. En la calle Mayor se encontraba el comercio de lujo. Un mercado abierto de alimentos se instaló en la Plaza Mayor; el pescado se vendía en la Plaza de la Cebada y la carne en el Rastro.
No presentaban tampoco una apariencia más digna los alrededores de la villa. Aquella riqueza forestal tan comentada en el siglo XV, desapareció a partir del siglo XVI en que, para instalar la corte y construir viviendas, dependencias y casas nobiliarias, fueron talados los montes y abandonados los campos, con lo que, un siglo más tarde, las cercanías de Madrid, en su mayor parte, eran sitios desolados y yermos. texto: Ignacio Lozón Urueña
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